miércoles, 30 de noviembre de 2016

Hikari





Hikari…Siempre ella, una y otra vez golpeaba en mi vida. Siempre el mismo vaivén como el de una máquina de eterno movimiento. Esas malditas esferas encadenadas que nunca dejaban de golpearse entre sí. Una vez que la primera esfera chocaba con las demás, se desencadenaba un continuo golpeo que, según parece, no tiene fin.  Nunca comprobé si eso era cierto, nunca me interesó conocer si esas bolas seguirían chocando entre sí por toda la eternidad. Bien pensado, qué absurdo era todo aquello. Nada dura por toda la eternidad, estoy seguro de eso.

Aunque ahora no sé si sigo sintiendo lo mismo. Siento su cuerpo al lado del mío y estoy acariciando su cabello, aún húmedo. Siento su olor y su cercanía, su cuerpo aún tibio por la ducha y quiero besar su cuello, sobre el que resbalan gotas de agua que me hacen sentir sediento de tantas cosas. Hago un gesto con mi mano, quisiera tocarla, pero me contengo. Tengo miedo de estropear este momento. Me parece mágico. No quiero perderlo.

De repente, sin esperarlo, Hikari se vuelve hacía mí. Sus ojos oscuros se clavan en los míos, fijos, como si fuera la primera vez que se encontraban. Me mira con una profundidad que no entiendo y que me desconcierta, parece que busca algo. Parece que acaba de darse cuenta de algo. Mantengo su mirada, expectante. La espero una vez más mientras siento latir mi corazón y todo mi cuerpo se enerva. Beso sus labios, suavemente, y por fin, me acerco a su cuello, cálido y húmedo. Siento como Hikari se estremece. Sus manos acarician mi cabello y su cuerpo se acerca aún más al mío. La suavidad se transforma de repente en deseo y ansiedad y hacemos el amor casi enfurecidos, como si buscásemos atrapar una brizna de esa eternidad que, ahora sí, creo que existe.

Después…Solo la oscuridad y el sueño. Mientras éste se acerca, agarro su cintura con suavidad, siento su espalda pegada a mi pecho y de nuevo respiro la brisa que emana de su cabello. Noto latir su corazón, aunque no estoy completamente seguro de si es el suyo o el mío. Susurro palabras que sé que ella no escuchará y rozo con mis labios su hombro. 

Todo se va difuminando, calmando por fin. Abro y cierro los ojos. La ventana abierta del dormitorio muestra las luces de las estrellas y una luna tan brillante que me pregunto si es real. La observo con curiosidad, divago, conozco perfectamente la causa, pero no entiendo por qué siempre, cada noche, todas las noches, siempre, aparece inmutable. Siempre la misma cara, ocultando tantas cosas en la sombra. Me pregunto cuántas personas habrán tenido esta misma duda antes que yo, si es que existe alguien en todo el mundo tan irracional como para hacerse esas preguntas.

Hikari ya duerme, siento su respiración acompasada, noto su calma que poco a poco me va transmitiendo. La luz de la luna se funde con ella y su tranquilidad viaja hasta mí, me abraza.

También cierro los ojos.

Aparecen ante mí imágenes borrosas, me encuentro en un mundo que por alguna razón sé que no es el mío. De repente las imágenes se vuelven nítidas, totalmente claras y perceptibles. Soy yo, aunque no estoy seguro de ello, pero no puedo comprender las cosas que me rodean. Me estremezco un segundo antes de que la niebla vuelva a cubrir mi mente y, bruscamente, me quedo dormido.