domingo, 26 de octubre de 2014

NightHawks-Noctámbulos


Pocas veces he sentido tanta inquietud al mirar un cuadro. Es un momento detenido en el tiempo. Un instante real, tangible, en la vida de cuatro personas, pero en el que solo importan dos. Todo el cuadro es en realidad un reflejo de sus gestos y sus miradas. De sus pensamientos que nadie puede adivinar. Sin saber bien por qué, sabemos que piensan lo mismo. Pero hay algo que no encaja, hay algo entre los dos que no debería existir, que evita que se miren y hace que cada uno parezca distraído, pensativo y, sobre todo, solitario. El cuadro despide soledad. ¿O no?

Todo ocurre en un dinner,uno de esos restaurantes prefabricados con amplias cristaleras y los típicos asientos circulares anclados al suelo. Es de noche, seguramente fría, muy fría. La intensa iluminación del local se proyecta como un espectro sobre la solitaria calle y hace pensar que es el único lugar donde es posible encontrar calor.

Dentro del local, sólo cuatro personas: tres clientes y un camarero que viste de blanco y se afana tras la barra, tal vez preparando una copa o fregando platos. En el centro de la imagen, dos personas, una mujer y un hombre, ensimismados en sus pensamientos. El viste con traje oscuro de chaqueta, según la moda de la época, y cubre su cabeza con un sombrero. La mujer lleva suéter carmesí y el pelo rubio suelto cayendo sobre su espalda. Sus labios de un rojo intenso hacen pensar que su visita al local no fue casual. Fue allí por algo, algo que solo ella y el hombre conocen.

El otro hombre solo busca refugio, compañía, seguramente por un destino que no llegó a cumplir. Mira cabizbajo a la barra y seguramente recuerda todos los momentos que pudieron ser distintos en su vida

La pareja está alejada, no forman parte del local. Sin embargo, callan, en un mundo donde el silencio ahoga sus voces ante dos tazas de café. Ella es zurda y él diestro, parecen muy distintos. Sin embargo, el casi imperceptible gesto de sus manos, tan próximas, los delata, aunque no hablan entre ellos. Él fuma, ella tiene algo en su mano derecha: un pretexto para detener su mirada. Solos, como lo está la calle a la que tal vez no se atreven a salir. Solos, por ese imperceptible esfuerzo que hace que él no se atreva a rozar la mano de ella y que ella haga lo mismo. Existen solo unos milímetros entre sus manos, pero es todo un mundo. El mundo que el otro hombre solitario no pudo alcanzar.

Siempre pienso en que ocurrirá después.