viernes, 23 de octubre de 2015

Nighthawks: Después

EL

La mano sobre su hombro realizó un movimiento casual y acarició levemente su cuello. Todo su cuerpo se enervó como no lo había hecho nunca antes. El mundo se detuvo de nuevo. El maldito mundo volvió a pararse después de dos años inmóvil. Esbozó el inicio de una sonrisa al contemplar la segunda ironía del destino en una misma tarde. Pensó que ya había cubierto el cupo para ese día.

El aire se estremeció mientras ella se sentaba a su izquierda. Sintió como un punzón su perfume, ese aroma que nunca fue capaz de olvidar, y notó como el dinners se tiñó del color rojo de su vestido. La miró y, tras todo este tiempo deseando gritar esa pregunta que le atormentaba, se vio incapaz de decir nada. Solo pudo callar y mirarla otra vez.

ELLA

Sus ojos encontraron los de él. Sin embargo, no pudo sostener la mirada. Se fijó en su sombrero, ese sombrero que una vez, entre risas y hacía una eternidad, ella se había puesto. Fue una noche muy distinta a esta. Una noche en la que el mundo era de los dos. Una noche, aquella noche, en la que todo, por un segundo, fue posible.

- Nunca me gustó ese sombrero. Ya lo sabes

Sonrió. Lo hizo sinceramente por primera vez en mucho tiempo. No pudo entender por qué, mientras reía, sus ojos se humedecieron y su corazón latió aún un poco más deprisa. Apretó con fuerza su mano derecha y como si eso le diese fuerzas, le miró directamente a sus ojos y se preparó para contar todo lo que había callado.

EL

- Tampoco te gustaba cómo formaba el nudo de mi corbata. Lo recuerdo

Sonrió también.

- Y yo siempre pensé que tu sombra de ojos era a veces demasiado cálida. No les dejaba brillar todo lo que se merecían

Su sonrisa se fue apagando poco a poco, ahogada de nuevo por los recuerdos.

ELLA

- Tienes que saber tantas cosas... Tantas cosas que ahora ya no significan nada, aunque entonces no pude hacerlas frente. Créeme, no pude y lamento cada segundo desde aquel momento. Me odio cada mañana cuando me miro al espejo y te veo reflejado en él. Me mataría por todo el daño que te hice si eso sirviera para algo

Paró un momento, sintió que necesitaba respirar. Notó que temblaba. Exhaló el aire y encontró una nueva fuerza al hacerlo.

- Te amo. Siempre ha sido así. Eres mi vida

EL

No esperaba escuchar esas palabras. Le golpearon de súbito, con una dureza que no había sentido nunca antes. Torpemente buscó en un bolsillo de su chaqueta el paquete de tabaco, lo golpeó con suavidad y llevó un cigarrillo a su boca. El encendedor no funcionó a la primera.

Ella abrió su puño, apretado en él llevaba la caja de cerillas. Verde.

- Ábrela por favor, dame fuego

Solo fue capaz de pronunciar esas palabras.

ELLA

Ya había abierto esa caja de cerillas antes. Había leído una y otra vez lo que estaba escrito en ella. Debajo de su frase “¿Me amarás mañana?” él había escrito con letra firme también tres palabras: “Mañana es hoy”. La tinta aparecía en un punto desdibujada. Sin embargo, nunca estuvo completamente segura de lo que quiso decir. De repente lo comprendió, ese mañana que escribió una vez había llegado. Ese mañana era hoy, en este mismo momento. Como por arte de magia, todo había encajado. Recordó que él le dijo una vez que las cosas siempre terminaban encajando. El futuro se arreglaba por sí mismo y todo acababa teniendo sentido.

- Mañana es hoy, ¿verdad?

EL

- Siempre fue así. Desde que te fuiste fue así. Nunca entendí por qué te marchaste. Nunca creí que eso pudiera pasar. Quizás por eso supe que este momento llegaría. Sabía que volveríamos a encontrarnos

Se escuchó hablar como si fuera otra persona la que lo hacía. Quizás solo oía los latidos de su corazón.

ELLA

- Mi vida era una pesadilla entonces….Hacía mucho tiempo que había dejado de amar a mi esposo y nunca había tenido el valor suficiente para abandonarle. Llegué a temerle, a él y a un futuro sin él. El día que te conocí me amenazó por primera vez. Hui de casa y te encontré. Dios, no puedes imaginar siquiera todo el bien que me hiciste, toda la tranquilidad que hallé a tu lado.

Fijó su vista en una de las paredes amarillentas del local. Reflejaban la luz de los fluorescentes del techo de manera exagerada, casi hiriente. Al retirarla, sus ojos se cruzaron.

Él había envejecido en estos dos años. Su cuerpo había dejado atrás la frescura que recordaba, reflejaba un cansancio más allá de lo físico, un halo de amargura parecía rodearle. Sin embargo, seguía transmitiendo firmeza y decisión en cada gesto.

- Me fui contigo. Y fui feliz. Recuerdo cada instante del tiempo que vivimos juntos, cada segundo. Había encontrado el significado de mi vida en la tuya. Y decidí compartirla para siempre. Me encontré con él y le dije que quería divorciarme. Me golpeó, me insultó y juró que me mataría si le dejaba. Me aterrorizó

Dejó de hablar. Había contado toda su vida en apenas cinco minutos. Miró la caja de cerillas como buscando inspiración. Él miraba al infinito mientras un cigarrillo humeaba en su mano. El camarero sacaba brillo de nuevo a una copa que hace tiempo debería haber sido reemplazada. El hombre gris agarraba su vaso y por un momento pareció mirarles. Volvió a sus pensamientos mientras tomaba un nuevo sorbo de whisky.

- Tuve que volver con mi marido. Me aborrezco desde ese día por eso. Pero ha acabado, he encontrado la fuerza que me faltaba. La encontré en ti. Hoy volveré contigo, para siempre. Te amo.

EL

Perdió la calma. Todas las emociones que había guardado se desbordaron repentinamente. Volvió a sentir que todo era ella. Apagó el cigarrillo y agarró su mano. Los dos sujetaban la caja de cerillas.

- Te amo

Miró sus ojos y, mientras el tiempo se detenía y todo dejaba de importar, besó sus labios rojos como la sangre.

EL HOMBRE GRIS

Era lo que esperaba, sabía que iba a ocurrir desde el mismo momento en que recibió el encargo de seguir a esa mujer. En el fondo, tenía una cierta simpatía por ella. No debería ser fácil convivir con el hombre que le contrató. Pero no era la primera vez que le pasaba, ni sería la última.

Sintió el frío de la pistola que llevaba en el bolsillo derecho de su traje. Le molestaba y deformaba el vestido pero, por experiencia, este era el mejor lugar para guardar un arma.

Soltó el vaso e introdujo su mano en ese bolsillo.

EL

Sintió frío. Un dolor repentino e intenso que le sorprendió. Un ruido atronador que aún zumbaba en sus oídos. Y luego la certeza de que la vida se le escapaba. Mientras su cabeza se desplomaba en el mostrador del dinners, comprendió que le habían disparado y que ese ruido se había producido dos veces. No tuvo fuerzas para hacer nada. Solo sintió, una vez más, el cuerpo cálido de ella a su lado.

ELLA

La luz brillante del local se fue apagando poco a poco y la sustituyó una oscuridad cada vez más fría. Había soltado la caja de cerillas, que cayó sobre el mostrador. Su color verde estaba ahora manchado por su sangre y la de él. Agarró su mano en un último esfuerzo y se sintió bien por primera vez en mucho tiempo. Sintió el cuerpo cálido de él a su lado. Cerró los ojos.